Involucrar a estudiantes y gestionar un aula a distancia es una tarea ardua. La tecnología diseñada pensando en educación lleva colaboración y control al aula.
Este verano pasado pude reunirme de forma segura con amigos y familiares, una actividad que se agradece después de un largo encierro. Mi mujer es profesora de primaria y secundaria. Dos de sus colegas (Don y Emma) vinieron una tarde, por lo que pude pasar unas horas interesantes conociendo sus experiencias mientras charlaban sobre la enseñanza durante esta crisis. La verdad es que aprendí un montón.
Primero, no me había dado cuenta de que muchas escuelas no tienen un plan para la enseñanza 100 % remota. La escuela de mi mujer no tenía una plataforma estandarizada ni herramientas para llevar a cabo el desarrollo profesional virtual en la escuela. Su instituto utilizaba una popular LMS con una plataforma de colaboración integrada, pero limitada, que era inadecuada para los cursos de primaria y algunos de secundaria. Los profesores tenían que elegir la plataforma por su cuenta, lo que llevó a una mezcla de plataformas que se desplegaron, incluidas Zoom, Microsoft Teams® y Google Meet.
Luego vinieron las interrupciones. Los profesores vieron que todas las plataformas tenían grandes herramientas de comunicación, pero estaban pensadas para uso empresarial (adultos) y carecían de algunas características clave que los educadores necesitaban para "calmar a los estudiantes" y centrarse en el aprendizaje. Me enteré de una clase en la que una persona no invitada se conectó y causó 15 minutos de conversación fuera de contexto, que afortunadamente no fue de gran interés, pero sí una frustrante pérdida de tiempo.
Emma dijo que querría tener la posibilidad de controlar un "encuentro" de cinco minutos con los estudiantes para saludar a amigos y luego ponerse a enseñar. Don quería ofrecer la misma experiencia a alumnos presenciales (síncronos) o en línea (asíncronos o síncronos) que componían su aula híbrida.
Ambos sentían que enseñaban con herramientas hechas para entornos corporativos, no para aulas. Esto les impedía utilizar estrategias probadas y reales con sus alumnos, como agrupamiento, pizarra, sesiones de preguntas y respuestas y consultas privadas. Lamentaron la falta de control y continuidad, por ejemplo, algunas plataformas no permitían compartir archivos y consideraban cada clase como una reunión única en lugar de una continuación de la sesión anterior, lo que hacía que no estuvieran disponibles los chats y archivos compartidos de sesiones anteriores.
Además de lo difícil que fue impartir el 100 % de clases a distancia, también echaron de poder "comparar notas" con compañeros o aprender aún más de los expertos del sector. Las oportunidades de desarrollo profesional habrían reducido sus niveles de estrés colectivo.
Emma también tuvo varios estudiantes que no se presentaron a clase. Como las aplicaciones que utilizaban eran para reuniones corporativas, la asistencia no estaba integrada y había que registrarla manualmente haciendo una captura de pantalla con los nombres de los asistentes a cada sesión. Cuando un alumno faltaba a demasiadas sesiones, Emma tenía que contactar con los padres a través del móvil personal o teléfono fijo, números que hubiera preferido mantener en privado.
Sabiendo a qué me dedico, preguntaron si sus experiencias eran similares a las de otros educadores de Estados Unidos y si había una forma mejor de enseñar y aprender a distancia.
Mi respuesta fue un rotundo sí. Mi consejo fue que se optimizara la tecnología para los entornos educativos para que los estudiantes participaran eficazmente mientras se enseñaba a distancia. La creación de un aula virtual exitosa debe incluir:
- Control del aula
- Integración en sistemas de gestión del aprendizaje existentes
- Herramientas de seguridad nativas de aplicaciones de conferencia
- Asistencia
- Igualdad de aprendizaje
- Desarrollo profesional
Sepa más sobre cómo Alcatel-Lucent Enterprise lleva la colaboración al aula.
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